El Hotel Galicia se encuentra situado en una de esas calles del centro de Madrid en las que uno parece que liga con una diferencia exponencial respecto a su promedio habitual. Por otro lado, constatamos que llevar colgada una guitarra –lejos de lo que pueda parecer- les corta el rollo. Aunque igual somos nosotros, que también. El caso es que Lina –una suerte de agencia de management- nos localiza siempre un hueco cerca de la Gran Vía, por lo que pueda pasar. De modo que nos plantamos en Madrid más expuestos de lo habitual: ni ampli, ni telecaster, ni tanto dinero en efectivo como para que la chica del peto amarillo nos respetara el tiempo suficiente. Una pena.
Todo iba según lo previsto y como acostumbramos: con algunas horas de retraso. ¿Qué toca ahora? Comer… pues dale. A Jorge sólo se le ocurren dos opciones cuando le pregunto que qué comemos, sistemáticamente: 1) Un kebab; 2) No me acuerdo. Encima antes hacía apología del kebab, ¡un drama! En fin, que acabamos en el McDonald’s tan bonito que hace esquina a por algo de comida sana: dos ensaladas por favor (no lo intenten en casa). Nos fuimos con hambre, cara de tontos y con ganas de pedirle un abrazo a una profesional (mira chica, vengo de pedir una ensalada en el Mac… Uy, que tu eres el de la guitarra, quita quita).
Pero ahora empieza lo bueno. Nuestra política de ensayos se podría resumir en seis palabras: a-ver-si-sacamos-un-rato. Hoy nos juramos –en el McDonald’s- que no sería así, y nos fuimos derechitos al hotel, café y tabaco para largo. El objetivo era montar las canciones que venimos tocando con dos guitarras acústicas, currarnos las voces y probar alguna de las nuevas (que ya vienen). Hemos descubierto que con dos guitarras acústicas somos felices, tanto que te dan ganas de agregar en el facebook a Ella Baila Sola, por separado (claro está). Objetivo cumplido: tenemos un repertorio mínimo pero digno, recuperamos alguna canción, empezamos a montar una nueva a dos bandas que promete, y… nos pasamos casi una hora tocando una versión del Santa Lucía. Paula nos llevo la letra impresa al bolo pero no hubo manera, otra vez será.
Respecto al Gatuperio bastantes sorpresas: la primera: Khoury, un crack. Cualquier incauto que saliera por el centro de Madrid el viernes por la noche tuvo que oír su armónica sonando como un animal rabioso. Antes de eso, el bolo con Alfa (Le Punk) un lujo. Es un verdadero disfrute encontrarse con tipos así… van por derecho, con canciones, actitud y te abrazan para saludarte ¿qué más se puede pedir?
Bueno, lo dejo aquí que se me van los caracteres… la conversación de vuelta el sábado merece un post aparte por las implicaciones que va a traer… próximamente (501)… sonando todo el rato (ida y vuelta) el Heartbreaker de Ryan Adams.
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