jueves, 24 de noviembre de 2011

Tú no.

Exigen competencia, cuestionan la cadencia y no cuantifican la inocencia, solo premian la presencia y la incoherencia. Tú no.

Redundan para argumentarse, inundan para intercalarse, y al interpretarse, se quedan sin palabras. Tú no.

Cuando pregunto esquivan y hacen la certeza relativa. Si me disculpo se altivan, pero no saben guardar medida. Tú no.

Encuentran su lugar en otro lado, mostrándose distantes al pecado y acaban arrastrándose a lo invertebrado. Tú no.

Siguen la ruta, aguantan si se precia una disputa y cuando menos procede, adrede, la estrategia más astuta comete una falta leve. Tú no.

Mienten más que hablan cuando en lugar de mentir se sinceran. Tú no.

De lejos vigilan, premeditan y aniquilan, mientras a mi las ganas se me adormilan y se me acaban las pilas. Tú no.

Porque las sobras son parte del plato, y aunque te salga este trámite barato, de aquí a un rato no habrá quien aguante un par de hielos sin acariciar el suelo, sin imaginar tu pelo, sin menospreciar un trato.


Hay juicios, hay vicios y hay quien me saca de quicio. Tú no.
Hay telones, funciones e interpretaciones. Hay actrices que se saltan los guiones. Tú no.
Hay  satírica que peca de ser constante, retórica ilusionante y siempre un “nada es bastante”.

He utilizado tu nombre en vano santificando mis fiestas,
pero no rocé otra mano con lo que eso cuesta.

Ninguna me ha tumbado entero, ni ha incentivado firmarle al clero.
Ninguna ha conseguido saber lo que quiero.

Tú tampoco.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Con el tiempo


Me gusta ver los trozos de carreteras antiguas cuando circulo por nuevos trazados asfaltados en los tramos de montaña.
Hace unos días, viajando de retirada por Los Picos de Europa y parte del norte con mi compadre Pollo, una en concreto me llamó la atención por encima de las demás y era la carretera que desaparecía adentrándose en río Esla, que debía conducir al antiguo pueblo de Riaño, enterrado por el embalse. Uno, que tiende imaginar con frecuencia, visualiza una representación física en aquella imagen que escenificaba una gran parte de las últimas sensaciones vividas. Sonaba -Who Can See It- de George Harrison.
Lo más interesante y atractivo del viaje era la ausencia de cualquier tipo de planificación, a excepción de alguna noción sobre el destino. Dijimos: “nos vamos al norte”. Y eso hicimos.
Pero este viaje no va a tener crónica, que al masculino acaba resultando crónico, como el recuerdo de estos días de compartir mierdas, experiencias, reflexiones y el –Misterioso Asesinato en Manhattan- de Woody Allen, en el mismo cuarto, a oscuras, pero respetándonos como dos maricones reprimidos que somos jaja. Estábamos convencidos que lo pensaban en todos los hostales en los que estuvimos. Yo creo que la señora de la pensión “La Argentina” en Gijón, a la que yo esperaba con un atractivo acento de Avellaneda y no debía  haber nacido mas allá de Cangas, estaba convencida de ello. Tenía una expresión muy “Hitchcock”.
Pero ya digo que hoy no voy a hacer crónica del viaje. Hoy solo escribía para compartir parte de algo que me he encontrado haciendo zapping hace un rato. Es parte de una reflexión que ha leído Jesús Quintero en su programa –El Loco Soy Yo-. Era preciosa entera, pero solo he encontrado este pequeño fragmento en internet. Me parecía apropiado. Ahí lo dejo.

“Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados, y que el que no lucha por ellos, tarde o temprano se verá rodeado de amistades falsas.
Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es sólo de almas grandes.
Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual.
Con el tiempo te darás cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible.
Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.
Pero desafortunadamente, sólo con el tiempo uno aprende...”